Descansa amigo de las letras, escritor creyente del hecho de la palabra; radiante activista del pensamiento, la razón y la consiencia. Luchador de arenas chicas y películas en blanco y negro, narrador mudo de la historia del país, hablanchín por todo el mundo, que no te gustaba la tele pero que en cambio vivías en ella, siendo más aparecido en la caja mágica que los mismos presidentes; has vivido lo absurdo de lo divino, y has escrito lo divino de lo absurdo.
Amigo Monsi, enfrentaste miles de fantasmas, a lado de la bandera del arco iris, fuiste amante empedernido de la UNAM, orador de miles de voces que no podían ser sonadas, izquierdista desde la derecha y derechista desde la izquierda; como se dice en el barrio: "El ajonjolí de todos los moles", historiador y comiquero, gusto por los Burrón como de Cervantes. Viviste plenamente el 68 y después de 72 suspiros te alejas de tu escritorio, donde todos tus inquilinos gatunos esperan por una caricia tuya, una breve mueca reflejando una sonrisa de aquellas que pocas veces podría mostrar tu rostro.
Monsi, fuiste amigo de los más poderosos y los más humildes, nunca te vi subirte a algún carro y recuerdo perfectamente la vez en que subiste al metro conmigo después de una convención de comics ahí en Centro Médico cuando tenía apenas 17 años, después de una conferencia que diste y tomarte la respectiva foto para donde trabajaba.
Monsi, no es arte de adular, pero será difícil de volver a tener un icono, no sólo de la literatura, sino del reflejo de nuestra sociedad a través de tus palabras, de tus acciones, de tus comentarios.
Lo único que me queda Monsi, viejo amigo, es darte las gracias no sólo por la cantidad de libros, ensayos, cuentos, que nos has dejado, sino también por regalarnos a este país una imagen desde otra perspectiva.
GRACIAS MONSI.
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