
Una tarde, lejos de mi mundo, al occidente del centro lunar, la lluvia comenzó a brotar, el ciello lloraba sin cesar, no sé si sea porque porque yo estoy un poco melancolico o sea porque llora conmigo.
El cielo sabe perfectamente que la distancia me genera una cierta agonía, no puedo estar tan bien o tan felíz por el hecho de que la distancia me separe de mi felicidad, de que más de 4 horas de viaje sea la diferencia de entre el bien y el mal.
La tarde de lluvia me trae viejos recuerdos de instantes maravillosos, de instantes trágicos, de instantes que en su momento uno quisiera poder borrarlos, pero que sin embargo ahí están y estarán para siempre, lo único que puedo hacer es encerrar esos fantasmas para que no vuelvan.

Esta tarde de lluvia, llora el cielo, no sé si sea de tristeza, o sea de alegría, porque por fin, los fantasmas que en su momento me habían hecho daño, cada vez se van alejando por las alcantarillas como al igual que el agua que se va acumulando en el patio de mi casa, adios... adios fantasmas, gracias, gracias por haberme dejado en paz.
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